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Respirar, el último calmante

Inhalar y exhalar no es solo la operación automática que nos mantiene con vida, realizarlo de forma larga y profunda es más efectivo para combatir nuestros males del día a día que tomarse una megapastilla hecha de lexatin, ibuprofeno y al max juntos si tal cosa existiera. Y sin tener que contemplar dosis recomendadas, contraindicaciones ni efectos secundarios. Ahora respirar nos lo recetan para todo, ya sea combatir la ansiedad, controlar los nervios, reducir el nivel de estrés, concentrarse en una tarea, relajarse en el dentista, superar el miedo a las turbulencias en un vuelo o conciliar el sueño, por poner unos cuantos ejemplos. Estos días he descubierto otra indicación insospechada en las páginas del 'New York Times': evitar conflictos con la familia política. No es ninguna simpleza como puede parecer. Explica el artículo que al pararse y tomar una gran cantidad de aire, una de esas bocanadas que bajan hasta el abdomen, el cuerpo se relaja, aparece una sonrisa en los labios y se reequilibra nuestra balanza emocional. Después de dos o tres respiraciones profundas, se te quitan las ganas de saltar a la yugular de nadie. Aquí podríamos hacer extensible esta técnica de no agresión al cuñadismo, ese fenómeno tan arraigado que ya figura en los diccionarios como término coloquial que no necesita escribirse en letras cursivas. Como el método se ponga de moda, los sabelotodo que opinan de lo que haga falta y los graciosillos sin gracia van a tener los vientos en contra. Más allá de esta pauta en favor de la paz familiar, quienes practican yoga saben mejor que nadie que respirar correctamente es la piedra angular del bienestar por ser el vehículo indispensable de la conexión cuerpo/mente. El diseñador Adolfo Domínguez, todo un experto yogui, me animó a practicar esta disciplina por su simplicidad: "Lo único que tiene que preocuparte es respirar bien". La flexibilidad para ejecutar asanas viene luego. El modisto me contó la anécdota de que cuando en mitad de la noche no puede volver a dormirse, se levanta, se tumba en el suelo y se pone a hacer varias respiraciones profundas. La serenidad llega siguiendo el ritmo de los pulmones. Las madrugadas de insomnio sigo su consejo (yo sin salir de la cama) y ¡funciona! ¿Recordáis aquella canción de cuando éramos pequeñas de 'Respirar, respirar, a pleno pulmón, la brisa marina que sale del fondo del mar... ' No sé si hoy tendría mucho sentido. Con los índices de contaminación que padecemos, respirar lleva camino de convertirse en un lujo. ¿Terminaremos llevando una mascarilla en el bolso como si fuera una barra de labios?

Inhalar y exhalar no es solo la operación automática que nos mantiene con vida, realizarlo de forma larga y profunda es más efectivo para combatir nuestros males del día a día.